miércoles, 5 de junio de 2013

Vencejo común

Si me hicieran describir el verano, podría hablar sobre el sol y el calor. También podría incluir la playa o la montaña, el mar, las vacaciones, una cerveza fría o la terraza de un bar en compañía de mis amigos. Todos estos son conceptos o recuerdos conscientes que tengo del verano, pero también hay sensaciones. Una de ellas y la que me viene más fácilmente a la mente sería ese tipo de calor húmedo que dificulta tanto el poder dormir a orillas del mediterráneo, y con la que tanto se agradece el relativo frescor que precede al alba. Y es en esos momentos, en los que tan a gusto se está en la cama, cuando uno se encuentra en ese estado de duermevela en el que a veces se escucha el grito característico del vencejo y “siente” el verano.



Al igual que la golondrina común anuncia la llegada de la primavera, el vencejo común (Apus apus) llega a nuestro país algo más tarde, a mediados de primavera, anunciando la proximidad del verano, estación que pasa entre nosotros criando y alimentándose, antes de volver a emprender el viaje hacia el sur de África.
Esta especie, de la misma manera que otras aves de su familia (como el vencejo real, vencejo pálido, etc.) y otros ejemplos de diferentes familias como las golondrinas, presenta morfología falciforme, la cual está especialmente adaptada al vuelo. 


Vencejo común en vuelo. Obsérvese a típica mancha clara bajo su pico.

Los vencejos presentan una gran velocidad y maniobrabilidad, habilidades que utilizan para poder vivir, casi constantemente en los cielos. Y digo casi constantemente, porque como bien dice Pancho, ésta llega incluso a dormir y copular en vuelo. Únicamente se encuentra en tierra para incubar sus huevos y alimentar a sus crías. De hecho, en la antigüedad se pensaba que estas aves no poseían pies o patas, ya que prácticamente nunca se las observaba en tierra. El testigo de esta hipótesis (que obviamente resultó ser falsa) perdura hoy en el nombre latino de la especie, ya que apus en griego antiguo significa “sin pies”.


Detalle del quiebro de este vencejo para capturar a su presa (perdón por la baja calidad de la imagen)

Tal maestría en el aire viene de su característica morfología, que incluso llega a darle nombre en catalán (falciot, derivado de falç=hoz), y es que sus alas falciformes (largas y estrechas) están diseñadas para un vuelo rápido y maniobrable. Cuantas veces habré imaginado de pequeño una batalla aérea mientras observaba a estos animales cazando en vuelo, en grandes bandadas, formando pequeños escuadrones en persecución de insectos. Esas maniobras, quiebros y cambios de dirección repentinos, volando a cielo abierto o entre edificios, siempre acompañados de sus gritos y su pico abierto de par en par inspiraron un sinfín de juegos durante muchas tardes de verano en mi infancia.

Vencejo común en vuelo, mostrando la típica morfología en hoz de sus alas.


Esta morfología se diferencia, por ejemplo, de otras especies como las cigüeñas y los ardeidos, cuyas alas largas pero anchas están diseñadas para un vuelo sostenido, o incluso, en su máximo exponente las grandes alas de los buitres y otras rapaces, diseñadas para servir de “paraguas” y poder sostenerse durante horas en corrientes térmicas ascendentes sin apenas batirlas.

Buitre leonado (Gyps fulvus) planeando, obsérvese la diferencia en la morfología alar con el vencejo.


Apus apus, de la misma manera que otras especies, está muy bien adaptada a vivir entre los humanos. Cada verano ocupan los cielos de ciudades y pueblos, donde se alimentan en gran número. Dada su necesidad de anidar en lugares elevados (ya que una vez en tierra es prácticamente imposible que alcen el vuelo) han sustituido eficazmente los riscos donde crían de una forma más “natural” por huecos y cornisas de edificios.

Apus apus en pleno vuelo sorteando edificios

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